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Hace unos días estuve de visita en Barcelona; allí me encontré con dos tiendas de chucherías, Happy Pills y Papabubble, que junto con Oomuombo en Madrid, me llevaron a recordar al instante un par de artículos que leí en el Cahiers du Cinéma sobre los niños grandes de la industria del cine estadounidense y la necesidad de refugiarnos en nuestro universo infantil al hacernos adultos. Happy pills vende golosinas en forma de pastilla para el mal de amores o kits de supervivencia en una página web genial. Papabubble trata de juntar la artesanía con lo chic, y Oomuombo va por el lado del "placer adulto"... Pero detrás del diseño, los frascos perfectos y los cientos de colores chillones, lo único que se me ocurre pensar es que nos acercamos a sus escaparates para comprar momentos que ya no podemos recuperar.

Spike Jonze es un director americano con una mente alucinante. Es inevitable compararle con genios como Charlie Kaufman o autores venidos del mundo de la publicidad y el videoclip como Michel Gondry.
Con Spike Jonze a uno le asalta el remordimiento de conciencia: realmente pienso que le debo algo de mi pasta, algo de mi formación, a un tipo capaz de crear "Cómo ser John Malkovich", la locura de "Adaptation" o la incomprendida "Where The Wild Things Are", por no hablar de videoclips históricos como "Sabotage" de los Beastie Boys.

Ahora Absolut Vodka le ha pedido que haga una peli. No es ni un corto, ni un largo, ni es sobre vodka. Es una historia de amor. De robots. La ponen en cibercines, cada dos horas. Los pases son para 5.000 personas, seguro que consigues una entrada.